18 octubre, 2010

MAGOSTO


En Noviembre tiene lugar en Galicia el magosto. Siempre se pudo celebrar en casa, al lado del fuego del hogar, en algún rincón del pueblo; pero su lugar originario fue el monte.

Los celtas no tenían templos en el sentido latino de la palabra templum; celebraban sus fiestas y sus ceremonias rituales en un claro del bosque. Resulta, pues, por una razón u otra, que «el bosque y el templo eran, para los celtas, nociones equivalentes o intercambiables» (C. G. Guyonvarc’h, La civilisation celtique). «Los gallegos no tienen templos sino naturaleza» (V. Risco).

En Galicia también lo celebraban en el atrio de la iglesia o en la encrucijada del pueblo al pie de un crucero.

El día 1 de noviembre, los celtas apaciguaban los poderes del otro mundo y propiciaban la abundancia de las cosechas con la celebración de la fiesta samahaim, la cual era, para unos, el comienzo del invierno y, para otros, el final de verano; en todo caso era el principio de una nueva gestación y de un periodo de intensa comunicación entre los habitantes de éste y del otro mundo. Se reunía una gran multitud porque era una fiesta obligatoria. Quien no asistía corría el peligro de perder la razón. La fiesta era para los celtas una concentración de lo sagrado en un tiempo y en un lugar determinados. Los mitos afirman que era el momento en el cual se habían producido grandes acontecimientos cósmicos, y cuando tenía lugar la muerte tanto ritual como simbólica del rey y su remplazamiento. Las ceremonias festivas actualizaban, celebraban y comentaban el origen mítico y la continuidad del mundo (J. de Vries, La religion des Celtes).

Por las mismas fechas, los romanos celebraban las saturnales. El mundo de los espíritus se entreabría y salían personajes de pesadilla, las almas tenues, los cuerpos que habían sido enterrados y las sombras. Todos se nutrían de los platos depositados sobre las tumbas. El día exacto de la celebración depende de la tradición oral. «¿Por qué buscas en el calendario una fiesta móvil?», le pregunta la musa a Ovidio. Pero si la fecha es variable, la época es inmutable: «Cuando la tierra es fecundada por las simientes que sobre ella se derraman» (Ovidio, Les fastes, lib. I, vv. 657-664 ).

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