05 octubre, 2010

LA SALIDA DEL SOL, FUENTE DE ALIMENTOS





Está dicho en el Zeha Besta, que cuando Zaratustra preguntó al Dios Aur Mazda cómo se alimentaba el primer hombre, éste le respondió: "

- "Comía fuego y bebía luz."

Entonces, ¿por qué no debemos también nosotros aprender a comer fuego y a beber la luz para volver hacia la perfección del primer hombre?

Diréis que esto no es posible. Sí, es posible.

Estáis contemplando la salida del sol: esperáis el primer rayo permaneciendo vigilantes y atentos... Desde el momento en que ese primer rayo aparece, pensad que lo absorbéis, que lo tragáis. En lugar de mirar sólo el sol, lo bebéis, lo coméis, e imagináis que esta luz que está viva, se propaga por todas las células de vuestros órganos y los purifica, los refuerza, los vivifica. No solamente este ejercicio os ayuda a concentraros, sino que sentiréis que todo vuestro ser se estremece, se ilumina porque conseguís verdaderamente absorber la luz...

En Grecia se le llama ambrosía, en la India soma, los alquimistas lo llaman el elixir de la vida inmortal... Todas las culturas han mencionado la existencia de un brebaje de inmortalidad, y hablan de cómo prepararlo.

En realidad este brebaje existe en la naturaleza, pero evidentemente no en cualquier parte: sólo se le encuentra en las regiones más sutiles, las más puras, y en ciertos momentos particulares, como a la salida del sol.

El momento de la salida del sol, es el más favorable del día para poder beber de esta ambrosía que el sol distribuye por todas partes en el universo y de la que todas las criaturas vivas, las rocas, las plantas, los animales, los humanos, recogen las partículas. La verdadera bebida de la inmortalidad es la luz, y por la mañana, a la salida del sol, podéis captar esta luz para alimentar vuestros cuerpos sutiles.

En la mitología, el fénix es ese pájaro de Arabia que, periódicamente, se instalaba sobre una hoguera de plantas aromáticas, y él mismo le prendía fuego, se consumía, y después renacía de sus cenizas. Por ello se ha convertido en el símbolo de los seres muy evolucionados que, conociendo las leyes de la vida inmortal, son capaces de renovarse sin cesar. Esos seres tomaron como modelo el sol.

Todos los que aspiran a la vida inmortal, que es la verdadera vida espiritual y no una prolongación sin fin de la vida física, deben ir cerca del sol. Únicamente el sol puede enseñarles cuales son los elementos que dan la inmortalidad, y qué trabajo pueden hacer con ellos. Estos elementos son tres: la luz, el calor y la vida. El sol no cesa de distribuirlos a través del espacio como la expresión de la luz, del calor y de la vida divina.

El día que comprendáis esta verdad y os preparéis para asistir a la salida del sol como si este fuera el acontecimiento que sobrepasa todos los demás, entonces beberéis el sol, os alimentaréis del sol y os volveréis inmortales, porque sabréis renovaros.

« Yo soy la luz del mundo. El que me sigue nunca andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida. »

(Juan 8:12)

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