03 octubre, 2010

QUE HACER FRENTE AL MALTRATO PSICOLÓGICO




Cuando un tema suscita, justificadamente, alarma social, no basta con reconocer su existencia e intentar comprenderlo. Aunque esos son movimientos necesarios, conviene, también, encontrar salidas prácticas que aporten criterios de actuación. De lo contrario se corre el peligro de que la alarma no disminuya y, en una atmósfera emocional de ansiedad generalizada, se acaben generando respuestas inadecuadas y falsas soluciones.

¿Qué hacer, pues, frente al maltrato psicológico? Ante todo, una precisión filosófica. Como decíamos al principio de esta obra, el maltrato es un fenómeno humano: somos criaturas primariamente amorosas y secundariamente maltratadoras. En consecuencia, no tiene mucho sentido pretender erradicar el maltrato. Como dice Eduardo Cárdenas (1999), lo que se consigue entonces es lo contrario, exacerbarlo y estimularlo. Eso no quiere decir que no haya que controlar a los maltratadores, pero el objetivo de la acción política, social y cultural ha de ser fomentar el "buen trato" , es decir, el amor.

6.1. Cómo limitar el maltrato psicológico: la prevención

Prevenir el maltrato psicológico de forma sensata es la mejor inversión que se puede hacer en el campo de la salud mental. Y citamos la sensatez porque, desde luego, ella no incluye perseguir a los maltratadores psicológicos con el código penal, o implantarles chips que se activen cuando se aproximan al maltratado o … cuando aumenta el volumen de su expresión verbal (esto último, un disparate que todavía no se le ha ocurrido a nadie, que sepamos, pero toquemos madera).

Informar que las maneras como tratamos a nuestros hijos, así como la forma en que seguimos relacionándonos de adultos, tienen una decisiva importancia sobre nuestros estados mentales, es ya, aunque muy general, una forma de hacer prevención del maltrato psicológico. Porque, si el sentido común y la cultura popular dicen que nos angustiamos con los conflictos difíciles de resolver, que la soledad y el aislamiento nos deprimen, que el trato injusto nos vuelve agresivos y que la confusión puede llegar a enloquecernos, es bueno que el discurso científico confirme tales obviedades, en vez de contradecirlas u obscurecerlas. Quizá así nos lo pensaremos dos veces antes de triangular a nuestros hijos en desgarradores conflictos de lealtades, de abandonarlos prematuramente a su destino, de tratarlos arbitrariamente o de desorientarlos con mensajes contradictorios.

Por eso hay que acercar el máximo posible la información a la población, aprovechando cuantos foros estén al alcance para debatir sobre la necesidad de tratarse bien y tratar bien a los niños en beneficio de la salud mental de todos. Unas autoridades sanitarias sensibles sabrían encontrar los contextos adecuados, que deberían buscar la participación de los usuarios trascendiendo los clásicos spots o vallas publicitarias. Las reuniones de padres en las guarderías y en los colegios podrían brindar excelentes oportunidades para tratar, de forma sistemática y planificada, una amplia gama de temas, y los centros sociales y culturales deberían incluir estas cuestiones en su programación. Y, en cuanto al acoso laboral, los sindicatos y las asociaciones profesionales deberían dedicarle la atención que se merece, no sólo desde el punto de vista reivindicativo, sino también facilitando un enfoque preventivo.

6.2. Cómo afrontar el maltrato psicológico. La intervención en crisis y el tratamiento

Una vez detectada la existencia de maltrato psicológico, se plantea la necesidad de interrumpirlo, así como de neutralizar sus efectos inmediatos. Podemos llamar intervención en crisis a la que se propone como objetivo principal la interrupción de la secuencia de maltrato, mientras que el tratamiento propiamente dicho apuntará a aliviar y suprimir el sufrimiento y los síntomas generados en el proceso. Es evidente que, en la mayoría de los casos, ambas intervenciones se deberán realizar de forma unificada o conjunta, puesto que son los síntomas y el sufrimiento los que ponen sobre la pista de la existencia de una pauta de maltrato psicológico.

Y aquí se impone una recapitulación, consecuente con lo expuesto en los capítulos precedentes, a saber, que en muchas situaciones de sufrimiento psicológico subyace maltrato, ya sea en forma de triangulación, de deprivación o de caotización, aunque no por ello se debe realizar una aproximación acusatoria o estrictamente controladora. Si en el maltrato físico el control puede ser necesario cuando existe un riesgo grave e inminente para la salud, pero, aún así, dicho control se debe realizar en el contexto de una aproximación terapéutica, ésta es todavía más conveniente en el maltrato psicológico, cuyos riesgos son siempre menos inmediatos.

El control sin terapia, que en el maltrato físico está condenado al fracaso, en el maltrato psicológico simplemente carece de sentido. Sólo un abordaje terapéutico permite cumplir los objetivos anunciados, es decir, interrumpir la secuencia de maltrato y, simultáneamente, poner en marcha un proceso reparador. Y, puesto que estamos hablando de pautas relacionales disfuncionales que se desencadenan y se desarrollan principalmente en el contexto de la familia, parece de sentido común que sea la terapia familiar la opción más indicada.

La terapia familiar es una modalidad de psicoterapia que, como su nombre indica, se realiza trabajando con la familia. También se la conoce como terapia sistémica porque el modelo teórico que la inspira es el sistémico, que recibe su nombre de la Teoría General de Sistemas, de Ludwig von Bertalanffy. A diferencia de las psicoterapias individuales, la terapia familiar sistémica no focaliza primariamente el mundo interno de las personas, sino sus relaciones. No representa ninguna opción ideológica a favor de la familia en abstracto, sino que parte de la evidencia de que, hoy por hoy, las relaciones familiares son las más importantes y las que más influyen en la construcción de la personalidad individual. Por eso, cuando esas relaciones son inadecuadas o presentan aspectos negativos que hacen sufrir a sus miembros, ayudar a la familia a cambiar es una práctica muy útil. Cambiando las relaciones familiares, cambian las personas y desaparecen los síntomas y el sufrimiento psicológico.( ENVIADO POR IOLANDA MILLÁN)

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